El final de este Mundo llega,
para quien, estando vivo,
“ se va “ para siempre ya.
No por un anunciado cataclismo
nuclear,
ni por otros augurios fatales,
sino cuando le llegó la hora,
y el reloj vital dejó de funcionar.
El tren de la vida no tiene
trayecto y final previstos.
Se detiene en paradas al azar:
unos viajeros se apean y otros
continúan;
pero el descarrilamiento mortal,
cualesquiera que sean las causas,
tarde o pronto, se producirá.
Surgirán las aflicciones y
el reguero de recuerdos dejados,
que se contemplarán desde la
infinita y placentera dimensión:
el nuevo hogar piadoso y celestial,
al que en vida se debe aspirar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario