La antigua letra de cambio, sin plazo fijo,
tendría, si subsistiera, la validez que
quisieran
otorgarle sus actuales avalistas
nacionalistas
y los izquierdistas extremistas.
Cuando se dejaban de pagar los
intereses
y el crédito pactado, el tomador
quedaría
en descubierto e insolvente
declarado.
Es lo que pasaba, cuando se
incumplían
las reglas del juego, propias de
truhanes y trileros: la letra carecía
de valor y no se renovaba.
Desdeñó el aviso de que sólo era un
papel,
y a cuyas estipulaciones se tenía que
someter.
Reencarnada en hombre se obstina en
su
perdurabilidad, convirtiendo el fracaso en
triunfo.
¡ Vaya pufo !
No hay comentarios:
Publicar un comentario