No hay que entrar en controversia
con los profesionales de las
maledicencias.
No se apean de sus habladurías
infectas.
Pérdida de tiempo es ponerlas en
cuestión
o refutarlas. Ante tales viciosas
querencias,
adictas a la difamación, hay que
prestar
oídos sordos, guardar silencio y no entrar en
discusión.
Que se queden con su “ razón “; basada en
deseos,
que mantienen y divulgan con mala
saña,
para enmarañar, captar a los
desinformados
y que entren en el círculo de su maniática
opinión.
Los que así “ pontifican “, “ con su pan se lo
coman ”.
¡ Buen provecho ! Váyanse con el mendrugo a otra
parte,
donde perora gente del mismo pelaje.
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