El goteo de policías y guardias
civiles,
detenidos por colaboración con los
narcos,
es para preocuparse. Parece un
chorreo.
Se dice que son casos aislados,
lo que es cierto; pero la suma de ellos va “ in crescendo “.
Se descubren por las investigaciones
practicas por sus propios compañeros
y por las unidades de Asuntos
Internos.
¿ Cuál será la “ cifra negra “ de
estas
corrupciones policiales ?
Aventurado es calcularla; pues lo
que
no se descubre, no cuenta.
Hay que plantearse el problema en
serio,
para saber por qué se ensucian los agentes
descubiertos,
qué les lleva a hacerlo y cómo se puede
atajar.
Las necesidades son muchas, el entorno
social
y la ubicación territorial influyen, y las
organizaciones
de narcotraficantes se afanan por “ comprar
“
a los más susceptibles de dejarse “ vender
“.
¿ Será también un reflejo de lo que
ocurre
en otros ámbitos sociales, sin frenos
morales,
proclives a satisfacer sus degradantes “ pasiones
“ ?
Cualesquiera que sean las respuestas, es
indudable
que las organizaciones narco-criminales,
auténticas
mafias, procuran infiltrarse en los ámbitos de
influencia
y decisión política, paso previo al
narcoestado.
Contra ese peligro hay que estar en
alerta.
Para prevenirlo, y extirparlo cuando se
asienta,
tiene que funcionar el Estado de
Derecho,
empleando rectamente y con determinación todos
sus poderes;
así como fortaleciendo y respaldando la
ejemplar
conducta de las abnegadas Fuerzas y
Cuerpos
de Seguridad y de los miembros de la
Justicia.
Los narcotraficantes campan a sus
anchas,
consideran a España como un “ chollo
“.
Es hora de “ cortarles las alas “.
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