Fe, liturgia, devoción, adoración
y gran participación juvenil,
flotan en el Año Jubilar.
Emociona ver los rostros
concentrados y los ojos embelesados
al escuchar los cantos, oraciones
y palabras, que se elevan a Dios.
Dichosos los que sienten esa
“ mística “ experiencia,
que brota de los corazones,
inundados por la
Divina Gracia,
recibida con complacencia.
Son ejemplo a difundir y propagar,
para que en los descreídos y tibios,
surja el anhelo de seguir a Cristo,
confiar y apoyarse en ÉL,
despojarse de las viejas vestiduras
y que las nuevas sean el AMAR.
“ Donde hay caridad y amor,
allí está el Señor “.
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