La Asunción de la Virgen María, en cuerpo y alma,
al Cielo, fue por Obra y Gracia de
Dios.
Como dogma de Fe, los católicos debemos
creer
que a las celestiales alturas fue
elevada,
aunque la razón no lo pueda
comprender.
El designio divino hizo que compartiera
la Gloria de su Hijo, quien, al tercer día de morir
crucificado, resucitó de entre los muertos
y Ascendió a los cielos, para sentarse a
la
derecha del Dios-Padre, conformando
con
el Espíritu Santo el misterio de la Santísima
Trinidad.
La pura y blanca Virgen María es
Reina
y Señora del Universo y Madre de todos
nosotros.
Sus alabanzas cantamos y a su intercesión nos
acogemos:
“ Madre mía, no nos desampares ni de noche ni de día “.
El 15 de Agosto, festividad de la Asunción,
conmemorada
también como la Virgen de Agosto, de una forma
especial la recordamos.
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