¡ Qué felicidad ! No hay barullos ni
ruidos.
Reina la placidez del silencio
agosteño.
La gente se ha ido de vacaciones.
Calles y plazoletas vacías.
Bares sin gentío. Donde vas, hay
sitio.
Tomas tranquilo el aperitivo.
Si optas por comer o cenar,
no hace falta reservar.
Si te gusta caminar, puedes contemplar,
a pie,
los lugares, monumentos, y los
edificios emblemáticos, por los que
hace
hace tiempo no pasabas ni visitabas.
Puede que coincidas e intercambies
recuerdos, con quien menos te
imaginabas;
y os toméis una cañita, contándoos
novedades y qué tal os va.
Cuando empieza a calentar el sol
y aprieta el calor, vuelta a casa
por la sombra. Te pones ante el
ordenador,
esperando a que se te ocurra algo para
escribir.
Como el “ mozo “ está encerrado en la “ Mareta
“,
no ha podido acompañarme en el virtual paseo por
la ciudad.
Otra vez será. Invitado está.
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