A esta España dormida,
no hay quien la despierte.
Le han administrado un somnífero
fuerte.
Para espabilarla y que se levante,
hay que inyectarle dosis
patrióticas;
pero las existencias han caducado
y en las farmacias no las venden.
Quienes bien se sabe,
confabulados en la traición,
le han quitado el alma con su
particular e interesado “ vudú “,
convirtiéndola en un ente inerte
que, “ como la falsa moneda,
de mano en mano va y ninguno
se la queda “.
A la espera del “ exorcista “, que
expulse a los demonios que la
poseen,
hágase acopio de fuerza, paciencia
y esperanza, para, cuando vuelva en sí,
elevarla al pedestal del honor.
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