Asistimos a la comidilla diaria sobre si el escándalo del caso “Urdangarín” puede afectar al prestigio de la Monarquía española. ¡ Hombre!, bien no le hace, se demuestren o queden sin probar las imputaciones contra el yerno del Rey. Cualquiera que sea el resultado ya ha calado en la calle que es culpable, que habrá trato de favor por “ ser vos quien sois”, no faltando quienes ven ocasión propicia para arremeter contra la Institución monárquica, como los defensores de la Corona ceñida por don Juan Carlos I.
En el balance general del actual reinado pensamos que destaca el aporte positivo sobre el negativo, las luces sobre las sombras. El caudal a favor ha dominado en las esferas representativas y de proyección exterior española en defensa de nuestros intereses("El mejor embajador, el Rey" se proclama con frecuencia). Se echa en falta un plus en el ejercicio de las facultades reales moderadoras y de mediación en el patio de grillos al que se ha llegado, y en cuanto al aspecto personal y familiar nada hemos visto aunque hay quienes chismorrean. Particularmente creemos que tras el empeño personal de restaurar la democracia y después de parar el golpe del 23 F con tantas certidumbres por confirmar, aflojó su ímpetu y se dejó llevar por las rentas políticas acumuladas.
Algunos plantean si es mejor que el Rey abdique en favor de su hijo, D. Felipe, o de que continúe delegando en él las máximas funciones posibles. D. Juan Carlos I se ha labrado un buen prestigio, a su manera, pero prestigio al fin y al cabo. D. Felipe se lo tiene que ganar a pulso o se lo merendarán, tendrá que poner su sello personal al reinado, ser paradigma de la ejemplaridad, hacerse querer por el pueblo y respetado por todos; no contará con los apoyos ni los vientos a favor que tuvo su padre, por mor de la voluntad de un moribundo anciano general que como último encargo le dijo, en apagada y suplicante voz, que velase por la Unidad de España
D. Felipe, con el pasar de los años, va ganando como los buenos vinos. Cuando llegue el momento del descorche, es muy posible que sea el de un “Gran Reserva”. El que otros prefieran y nos quieran imponer el tabernario vino peleón, no debe extrañar; pero que lo prueben antes en sus gargantas y tripas. El tiempo dirá.
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