A las 22 h. del día 29, ya ha pasado la huelga con más pena que gloria, pese a las esperadas coacciones, agresiones verbales, físicas, daños y demás acciones violentas, causadas por los cerriles e instigadas por los gurús y guardianes de las esencias democráticas; o sea: las "suyas".
Los coletazos de última hora en alguna ciudad, protagonizados por encapuchados con litrona y gasolina, responden al irredento inconformismo que se apunta a lo que haya de menester, que no admiten más tratamiento que el psiquiátrico y el palo.
Se ha pretendido quemar la calle cuando es la gente la que, desde hace años, está quemadita por una degradada situación que no se arregla con una ni con varias huelgas. La mayoría lo que pretende es ver la salida del pozo. Nada espera de los que nos metieron en él, negaron que nos estaban enterrando en vida y compraban silencios de los autoproclamados defensores de los trabajadores; algunos, descaradas correas de transmisión de los partidos de izquierda.
¿Cómo fiarse de los dráculas pletóricos de hematíes a base de chupar la sangre de los demás? Exangüe el personal, ha preferido ser llevado a la UCI a la espera que el nuevo equipo médico acierte, en primer lugar, con la transfusión como medida de urgencia.
Se está estudiando la analítica entera, haciendo pruebas complementarias y examinando precedentes, para dictar el tratamiento completo. Ninguno es placentero, hay que esquivar contraindicaciones, el acierto nunca se garantiza; pero no hay más remedio que confiar. No estamos ante un vulgar resfriado, sino ante una epidemia que acabará con nosotros si no la superamos.
Pero hay que estar alerta; los dráculas y vampiros, son persistentes. Necesitan nuestra sangre como nosotros el agua y el pan. Volverán, tienen mal perder, se creen dueños de haciendas e intérpretes únicos de la verdad. Planificando están el próximo macabro revoloteo.
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