El poner diques de contención para que las aguas independentistas no se desborden, está bien; pero si, pese a ello, la crecida va en aumento con peligro de inundación y, encima, hubo malicia para provocar la catástrofe y pasividad por evitarla, llenando de inmundicias los ojos del puente sin que los servicios de limpieza los retirasen, la culpabilidad recae entre los implicados por acción y omisión. Que no se busque en otra parte, que den la cara, que purguen sus culpas en cueva de ermitaño, reconociéndolas previamente para que las azadas y los garrotes se utilicen, respectiva y únicamente , para abrir zanjas de alivio y como apoyo en el recto caminar.
Canallas serían quienes pretendiendo romper la unidad de España, creasen las condiciones para un no deseable e hipotético enfrentamiento en el que otros rieguen las tierras con sangre, sea la propia, la del de enfrente o la de los dos. De momento, mientras aumenta el nivel de las aguas, hay espectadores viéndolas pasar desde los pretiles opuestos del cauce.
Los apostados en la parte minoritaria están exultantes con el sentimiento secesionista, inseminado artificialmente desde sus inicios por unos iluminados que, en el corto tiempo de recorrido, ha sido alimentado con la mentira y el rechazo a lo español. La mayoría situada en la otra parte, representa el sentimiento dolido de la Nación española forjada a través de los siglos que no se resigna al puntillazo final; demasiado aguante ha tenido con las puyas de los picadores. Sobre el puente que salva el río miran indiferentes los que no saben ni contestan.
Si esa es la herencia que nos quieren dejar renunciamos a ella, abominamos de los testadores y no prestaremos la pluma al notario. Se está tentando la suerte, tensando demasiado la cuerda, no es bueno ni nadie quiere volver a las viejas andadas, aunque algunos juegan con el túnel del tiempo que nos puede transportar a épocas pasadas de triste recuerdo.
Que prevalezca la sensatez y la cordura, mengüe la turbulenta crecida y convivamos en una España unida, con trabajo, concordia y paz. Es lo que desearían quienes desde lo alto nos contemplan, por lo que suspiran los abatidos corazones y lo que merecen los que tienen que coger la entorcha del relevo.
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