La sociedad del consumo y la agresiva competitividad, sin límites, han llevado a desentenderse de las cosas del espíritu y en sus redes casi todos hemos caído. La amplia culpabilidad impide atribuirla a unos pocos y a una sola causa, aunque en común existe el haber dado la espalda a Dios. Una sociedad que ha sido permeable a aceptar como normal lo que no lo es, a relativizar la validez de principios y valores, a creer en el todo vale, está gravemente enferma.
El progreso, el desarrollo tecnológico y las fórmulas democráticas se acompasan con el pasar de los tiempos, siendo deseable y bueno cuando se orientan al bien común y no conculcan la dignidad de las personas, la verdad y la justicia. El trabajo responsable efectuado para satisfacer las necesidades es loable y deseable, como lo es el afán de superación como realización personal y aporte positivo a la sociedad.
Los agnósticos y ateos respetuosos con las creencias de los demás y, por ende, también acreedores al respeto, pueden tener como guía la Ley natural, válida para toda persona y en cualquier lugar. La fe es un don y a quien le fue concedida debe cultivarla, pese a las pasajeras turbulencias a que suele verse sometida. El desiderátum sería hacer entre todos un mundo nuevo y mejor, donde reinase la paz, la recíproca comprensión y el autentico amor al prójimo con hechos, especialmente a los más desdichados.
El ejemplarizante impulso debería proceder de los que llamamos poderosos, hombres al fin y al cabo, que se mueven por intereses contrapuestos. Como no cabe esperar que así suceda y ahí esta la historia que lo demuestra, siempre queda el recurso de ocuparnos de aquello que está en nuestra mano. Lo más cercano es la familia, luchar por su unión y que de los retoños surjan los hombres nuevos que hagan, en el futuro, un mundo más justo en armónica convivencia.
El ser humano es como es, con sus grandezas y miserias; pero no daña el que, aún utópicamente, ansiemos un mundo mejor. Si al menos tuviéramos la determinación y perseverancia para, a ínfima escala, aportar el particular granito de arena, algo se adelantaría.
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