miércoles, 26 de septiembre de 2012

DE TRAICIONES MAYORES A MENORES.

 

En España sí se paga a traidores, incluso a veces no hace falta cuando éstos echan mano de la caja y se lo cobran a su antojo. Entre los poderosos y los desvergonzados arrimados al sol que más calienta se practica con desfachatez habitual lo que es repudiable indignidad, de tal modo que la persona que no es así, es eso: un simple número a manipular o utilizar mientras en su buena fe les sea útil. Si se apercibe de la añagaza y no se presta al juego sucio, se le aparta e ignora. No se quieren testigos incómodos, se prefiere la incondicional sumisión para la que no faltan voluntarios.

El asociar lo anterior al campo de los "poderes" en exclusiva, sería un craso error. Se produce en los diversos ámbitos de las relaciones sociales y personales en los que se prescinde del factor humano y se da culto al transitorio utilitarismo material. Cuando esto ocurre, lo importante no es la persona sino las cosas, prima el fin y no los medios para conseguirlo, se anestesian alma y corazón de donde brotan los buenos sentimientos, surge el egoísmo y no el desprendimiento, se difunde la falacia y se ahoga la verdad.

Lo dicho se puede extrapolar a otras naciones de las llamadas civilizadas. No se circunscribe al tradicional concepto de infidelidad a la patria de cada cual. En acepción amplia va más allá: a la traición a uno mismo y a los demás al no ser consecuente con lo que se dice, a la falta de la debida lealtad, a la práctica del doble juego, el no corresponder a la confianza depositada, el incumplir promesa o juramento,... A la postre, salvo en caso de plena amoralidad, cada cual en su fuero interno sabe de sus traiciones y hasta donde es capaz de llegar.

Recogen los textos que cuando los tres soldados de Viriato lo mataron por encargo de los romanos, regresaron al campamento de éstos para cobrar la recompensa prometida, quedando la deuda zanjada con la frase: "Roma no paga traidores". No sabemos donde acaba la historia y empieza la leyenda; lo que está claro es que la traición no es un término de nuevo cuño y uso. Va con la condición humana.

Con razón exclamó el Conde de Romanones: "¡ Jo,qué tropa!", cuando quedó desencantado por una traición menor. Fue propuesto para ingresar en la Real Academia de la Lengua, asegurándole todos los académicos que sondeó que contara con sus votos. Finalizada la votación no obtuvo ninguno.

Pues bien, como la vida misma. la "tropa" sigue y seguirá existiendo; desde la traición a la Patria en sentido estricto que es de extrema gravedad, pasando por otras de grado intermedio hasta llegar a las menores debidas a las pasiones y debilidades humanas. En todo caso, siempre dejan un rastro de dolor.

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