jueves, 20 de septiembre de 2012

NO PLAÑERON LAS CAMPANAS POR SANTIAGO CARRILLO.

 

Al darnos por teléfono la noticia del fallecimiento de Santiago Carrillo la escueta contestación fue " Que descanse en paz y que Dios se apiade de él" para, a continuación, seguir con la tarea que nos ocupaba. No sentimos alborozo ni pesar; el silencio fue, en este caso, la forma de expresar el respeto que nos han merecido siempre los ya difuntos por alejados que estemos de las ideas y trayectorias que en vida tuvieron y ejercieron.

A él le dedicamos el 6 de Mayo de 2010, cuando aún vivía, una entrada en este blog titulada "Carrillo. Genio y figura, hasta la sepultura", nada ensalzadora por cierto y, tal vez, desabrida en alguna personal expresión , aunque por contra le deseábamos :"....que cuando le llegue el momento sea en su cama y sin dolor..." y así parece que le sorprendió la muerte cuando echaba una cabezadita. La puede consultar el lector interesado, no vamos a incidir sobre su contenido cuando ya se ha ido de este mundo y sus restos todavía están de cuerpo presente. Que se pronuncien historiadores y quienes guarden grata memoria de él.

Con todo, fue un personaje en la historia reciente de España como Secretario General del partido comunista y dócil a las siniestras órdenes de la "nomenklatura" soviética durante demasiados años, hasta que tomó distancias con lo del eurocomunismo. Posteriormente, en táctica acomodaticia, se acercó al socialismo democrático; pero el poso comunista le acompañó hasta el final. No vamos a recrearnos ahora en su actuación durante la Guerra Civil ni en las purgas de camaradas que se le achacan.

Personajes públicos, de opinión e influyentes, dicen que jugó un importante papel en la transición democrática, obviando otras épocas muy oscuras. Sus motivos tendrán para lo uno y lo otro. En cualquier caso, si quienes así se pronuncian lo hacen de corazón y con recta intención es una actitud a respetar; no lo es si se actúa por compromiso, porque toca hacerlo para quedar bien públicamente .

Carrillo ya no necesita honores y ni siquiera el pitillo. Precisa la piedad de Dios en el que nunca creyó. No se ha oído el plañir de las campanas, nadie lo encargó.

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