Flota el malestar en el ambiente de las togas y las puñetas a propósito del proyecto del Ministerio de Justicia de reformar el Consejo General del Poder Judicial por considerarlo lesivo contra sus derechos profesionales e independencia judicial, no debiendo ésta ser objeto de ninguna injerencia ni presión. Pese a lo espinoso del tema, alguna consideración podemos plantear en base al generalizado sentir popular sobre la percepción que se tiene del funcionamiento de la Justicia.
1.-Es lenta y excesivamente tardía.
2.-Algunos miembros de los órganos más altos o de relumbrón están bajo la sospecha de influencias políticas.
3.-No se imparte por igual para todos, en especial cuando se trata de cierta gente " importante" o afecta a intereses de gran influencia. Descriptiva es la muletilla de las " diferentes varas de medir"
4.-Indeseable notoriedad mediática por parte de unos pocos que la administran, frente al encomiable anonimato de la mayoría.
5. Resoluciones y sentencias que desconciertan de por si o ante el diverso tratamiento mediático. Cada cual las interpreta según como le fue la fiesta.
6.-Desmesurada tendencia a acudir a la Justicia con fines espurios o que podrían resolverse por otros cauces cívicos, aumentando la saturación de casos pendientes.
7.-Inspira recelo, incertidumbre y temor en vez de confianza, por mucho que algunos proclamen lo contrario. Éstos suelen darse entre los que suspiran para que se pronuncie a su particular e interesado gusto.
8.-Lo de jueces progresistas y conservadores conlleva connotaciones políticas de izquierdas o de derechas, por lo que surgen suspicacias y prevenciones sobre determinados jueces y resoluciones que dictan.
9.-El corporativismo endogámico prevalece sobre las posibles discrepancias, faceta nada extraña por darse en otras Instituciones y colectivos.
10.-La ambigüedad y silencios en ciertos textos legales, unido a la cambiante jurisprudencia, favorecen personales interpretaciones que sirven tanto para concluir en un determinado final resolutorio, como podría desembocar en el opuesto.
No se observa en el resumido sentir popular el reconocimiento debido a la inmensa mayoría de jueces que, desde el anonimato y con mucha dedicación, procuran hacer su trabajo con seria profesionalidad resistiendo a los elementos externos perturbadores. Tan solo los abogados que frecuentan las sedes judiciales y quienes en ellas trabajan, lo conocen de primera mano. Los jueces precisan medios, tranquilidad y serenidad para concentrarse en lo suyo y tiempo para ponerse al día de los conocimientos requeridos.
El sincero respeto se garantiza si confluyen el saber, competencia y probidad moral al servicio de la JUSTICIA. EL primer paso sería establecer unas normas de acceso a la carrera en las que primara la conjunción de aquellos condicionantes; seguido, una vez superadas las pruebas, por la sabia docencia dirigida a quienes van a tener como misión la alta responsabilidad de buscar la verdad en la indagación y juzgar rectamente. La actualizada formación, el acreditado bien hacer jurisdiccional, la evidenciada vocación y la conducta ejemplar conforme a los cánones deontológicos, servirían para evaluar los méritos que den paso al ascenso.
La Justicia es una continua aspiración. Corresponde a gobernantes, legisladores y jueces crear las condiciones para que Justicia, Libertad y Seguridad vayan de la mano. La exigible separación de poderes no se opone a la deseable unión de esfuerzos para tratar de alcanzar los tres ideales citados, o la mayor aproximación posible, que permitan unos niveles elevados de convivencia pacífica y de una sociedad más justa.
Exponen los jueces sus quejas y hablan de posibles medidas de presión para que sus reivindicaciones sean atendidas.. Serán aquellas razonables y éstas legales, en su derecho están; pero ¿ qué quieren que les diga?. Lo de las medidas de presión, aún con la mejor de las intenciones, no queda bonito; antes deberían agotarse otras vías para el entendimiento. Después, si no se consigue, les asiste la razón y no queda otro remedio...
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