lunes, 11 de marzo de 2013

EL TELÉFONO DEL EX CONCEJAL.

 

El ex concejal de urbanismo comentó que su teléfono no sonaba como antaño, a partir del día en el que, cansado de las presiones de los de arriba y de los ofrecimientos y sibilinas insinuaciones de terceros interesados en proyectos nada claros, renunció a su acta de edil, se apartó de la militancia política y volvió a los suyo: profesor en un Instituto público.

Sus palabras fueron respondidas con la siguiente disquisición:

“No hay que echar el pozal al pozo que está seco, podría ser la máxima de quienes solo recurren a otro cuando el interés les mueve por tener el pozo agua para beber. Le preguntaron una vez a un ex ministro sobre la diferencia más notable que había notado a raíz de dejar de serlo, y respondió: ya no suena el teléfono.

La clave está en discernir si el teléfono no suena porque ya no interesa el llamar, o hay otras motivaciones que dificultan que suene la melodía o el ring de la llamada. El conocimiento de los que antes marcaban tu número despejará dudas, podrá llevar fácilmente a la conclusión de que imprevisibles o las muchas ocupaciones les dificulta hacerlo, o bien que ya no figuras en la agenda de favoritos por motivos humanamente comprensibles.

En cualquiera de los dos supuestos, y máxime en el primero, procede llamarles para saludarles e interesarte por ellos; les alegrará oír tu voz. El sentir que estás al otro lado de la línea les hará ver que no han caído en el olvido.

También puede suceder que el que no te llama puede estar echando en falta las tuyas y formulándose los mismos interrogantes que tú te planteas. Y es que, sobre todo, no hay que olvidar que la sociedad acelerada en la que vivimos nos lleva con demasía a no encontrar el momento oportuno para llamar a un amigo; muchas veces, por no molestar.

Abundan los casos de viejos amigos que con el tiempo han tomado rumbos diferentes y, atareados cada uno con lo suyo, solo se llaman de muy tarde en tarde, sin dejar de hacerlo por Navidad; pero conocedores del recíproco afecto que se profesan, les basta con saber que se tienen, que perdura la amistad.

Con llamadas o sin ellas, frecuentes o no, a menudo suelen llegar al pensamiento las personas queridas, las que valió la pena conocer, y no hay que dar mayor trascendencia al ritmo con que baila el teléfono; también éste, en ocasiones, merece un descanso.”

El antiguo concejal y ahora, otra vez, ejerciente profesor, escuchó el razonamiento que se le expuso, y a su término dijo:

“ Los amigos de verdad y la familia bien avenida no fallan nunca. Me refería a los de arriba y a los otros, los buscones. No es que los eche en falta, me alegra que de mí se hayan olvidado; algunos de ellos van saliendo en los papeles y visitan los juzgados. Asqueado, en buena hora dejé aquello por no ceder. Me gusta la docencia, y también aprender de mis alumnos que son más listos que los ratones colorados, aunque a veces no es fácil imponer la disciplina en los más díscolos. Eso sí, trabajo en lo que realmente me complace y al final de mes, por ahora, no falta la paga. No es cuantiosa, pero es digna y en los tiempos que corren no es moco de pavo."

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