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A los 20 se es idealista, incluso revolucionario; a los 40 te vuelves conformista y, ya, a partir de los 60 caes en el escepticismo. Eso dijo hace años, un señor que había superado sobradamente los 60 años, refiriéndose a las convicciones ideológicas, a lo que hoy se llama clase política y a las contradicciones entre lo que dicen y la forma de actuar de los que a aquella pertenecen.
El grupito de jóvenes que le escuchaban esbozaron condescendientes sonrisas; para ellos, en la primavera de la vida, no eran más que unas palabras dichas por alguien a quien le llegó el otoño: un viejo. Al viejo, hace tiempo que lo enterraron en el cementerio de un pueblo turolense, y la juvenil primavera abandonó a la muchachada hace otro tanto.
De vivir aquel señor, ¿ sostendría actualmente la misma sentencia en su correlación cronológica?. Más bien parece que no. Con el paso del tiempo ha mutado la sociedad, se han producido profundos cambios socio-culturales, ha habido suplantación de valores, se ha prolongado la esperanza de vida,…, muchas cosas han cambiado y no todas a mejor.
Las generalizaciones, antes y ahora, no son aconsejables ni muchas veces justas; pero son el reflejo de realidades incuestionables. Sin intentar acotar o poner edades a las actitudes y sentimientos personales, y ampliando el campo aludido por aquel señor, cabría reflexionar sobre la subsistencia de ideales, cuáles son los dominantes, y hasta dónde han calado el conformismo y el escepticismo; tratando de averiguar el porqué. Lo que no cabe es la indiferencia ni caer en la fatal resignación.
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