Hugo Chávez ha muerto, que Dios en su justicia misericordiosa se apiade de él. No es digno vilipendiar a quien ya ha fallecido; a los hombres considerados nocivos hay que enfrentarse mientras viven. Hoy unos llorarán y otros verán destellos de esperanza.
A Venezuela, dividida entre chavistas y anti chavistas, a ese pueblo que en siglos pasados le dimos nuestra lengua y cultura, y le injertamos las raíces cristianas, le deseamos la serenidad y la prudencia necesarias en los cruciales días venideros para que, desde la unidad de todos los venezolanos, llegue a su patria un nuevo amanecer que le conduzca a la libertad, la justicia, el progreso y la paz.
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