Muchos de los llamados tertulianos políticos en televisión y radio hacen bolos, como los artistas que en temporada estival van de pueblo en pueblo en pueblo, convirtiéndose en consumados polemistas a fuerza de repetir sus respectivos argumentos en las diferentes plazas audiovisuales que les acogen. Van de flor en flor y cuando se ve quienes participan en los distintos debates, ya se acierta de antemano cuál va a ser el repertorio de canciones.
Nos les hace falta ensayo previo, van con la lección aprendida sobre temas de actualidad, saben el papel que por convicción o estrategia tienen que mantener o representar, tratan de contrarrestar las opiniones contrarias y en algunos puntos coinciden con matices. No es raro el acalorado enfrentamiento verbal y algún que otro guirigay.
Es entonces cuando el moderador, que pretende pasar por imparcial, pide el obligado respeto, que se respeten los turnos de las intervenciones y, aunque trate de disimular, se le nota de qué pie cojea. Lo que ocurre en la trastienda, previa y posteriormente, es fácil de imaginar: palmaditas, sonrisas, te has pasado y tu más, refresco o copita, hasta la próxima, dónde vas a actuar,…
Los que van por libre lo tienen mejor que los que tienen cargo por militancia en un partido y, para salvaguardarlo, dicen hablar a título personal. Todos están expuestos al juicio de la opinión pública, pero los del cargo, o que aspiran a tenerlo, precisan quedar bien y no desentonar por lo que pueda pasar en eso de las listas.
También se encuentran, entre los unos y los otros, los que escuchan y esperan en silencio su turno. Suelen ir al meollo de la cuestión y dan su parecer conforme a su libre y sincero entender.
Este “oficio” está en auge y, detrás, el intento de conseguir la máxima audiencia posible que atraiga la publicidad, generadora de recursos dinerarios para subsistir. Consecuentemente, la competencia y rivalidad entre los medios, está servida. El reparto de concesiones, subvenciones,…por otros intereses-ideológicos, políticos,…- es otro asunto, punto y aparte; como se dice últimamente, no toca ahora.
Como contra gustos no hay nada escrito, cada televidente u oyente, va en busca de lo que más le place; pero, a la vista de los tiempos que corren y lo que sucede, va calando la desgana. La gente, agobiada, está harta de problemas y del pim-pam-pum; la juventud, por lo general, pasa de estas tertulias, y muchos de los ya mayores, en su escepticismo, no pasando menos, cambian de canal o sintonía para no tener malos sueños.
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