Sorprenden gratamente cada uno de los gestos que se van conociendo del Papa Francisco. El último de ellos, su reciente visita el pasado lunes a la italiana isla de Lampedusa, más cercana del continente africano que de Sicilia, elegida como puerta de entrada a Europa por millares de angustiados y desesperados emigrantes que huyen del continente africano y de enclaves asiáticos, debido a las paupérrimas condiciones de vida, a menudo unidas a violencias y persecuciones, en las respectivas zonas de las que proceden.
Allí fue el Papa, a rezar por los miles que durante años perecieron en el mar en su intento por alcanzar la costa. Respecto a los fallecido en el último naufragio dijo que "... le dolían como una espina clavada en el corazón, por eso sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar...", evidenciando otra vez su repetido amor y compromiso con los más necesitados y desprotegidos.
Se refirió a la indiferencia mostrada en Occidente al afirmar que " Nadie se siente responsable de esto, los dramas de la emigración, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita", añadiendo: "¿ Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas.? Nadie. Todos nosotros respondemos: no he sido yo, yo no tengo nada que ver, serán otros, no yo".
De las muchas presentaciones disponibles en You Tube al respecto, se introduce una de la citada visita, en la que se puede apreciar el significativo simbolismo del bote de remos sobre el que se levantó el altar para la celebración de la Santa Misa y el del timón adosado al atril. También se incluye otra, relativa a la que hizo Juan Pablo II a El Salvador en mil novecientos ochenta y tres, en la que se pueda escuchar su potente voz cantando " Pescador de hombres ".
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