En el DRAE se define el verbo adoctrinar como: " Instruir a alguien en el conocimiento o enseñanzas de una doctrina, inculcarle determinadas ideas o creencias". Respecto a inculcar recoge, entre otras, las acepciones: "Repetir con empeño muchas veces algo a alguien", " Infundir con ahínco en el ánimo de alguien una idea, un concepto, etc.
Si, por añadidura, se presta atención al significado del vocablo ahínco(" Eficacia, empeño o diligencia grandes con que se hace o solicita algo"), se podrá comprender la eficacia del discurso totalitario y el de las sectas destructivas que subyugan al individuo. Tales mensajes, difundidos con persistencia dentro de un adoctrinamiento, que suele sacar a relucir las contradicciones de los sistemas políticos y económico-financieros de las avanzadas sociedades democráticas, pretenden crear un orden y hombre nuevos para el cambio de las estructuras sociales, que libere al sujeto de la servidumbre y explotación de las que es objeto.
Allí donde, previas revoluciones y posterior imposición, fueron puestas en práctica estas ideas, se despersonalizó al ser humano; de persona pasó a ser un objeto instrumental, se disparó la desigualdad, la nueva oligarquía dirigente devino en opulenta, imperó el discurso único y el expansionismo bélico. Baste como recordatorio lo que pasó con las dictaduras comunistas de la antigua URSS; con el nacionalsocialismo nazi- aunque alcanzó el poder por las urnas- y su componente racista de superioridad de la raza aria.
Aunque es harina de otro costal, sin más ideología que acaparar bienes y dinero, también existe el destructor capitalismo salvaje; sólo se mueve por espurios intereses, sin reparar en los medios. Se despliega por doquier, incluso en las llamadas nuevas economías emergentes. Debe de ser que ciertos modos reprobables de negociar y especular hacen extraños compañeros de cama, como alguien dijo refiriéndose a la política.
A las ideologías denigrantes siempre se opuso la Iglesia católica; más avanzada que aquéllas en los asuntos sociales- como se puede comprobar en diversas encíclicas papales-, defensora de la dignidad de las personas, de las más débiles y desamparadas, pregonera del amor, la caridad, la reconciliación y la paz.
La doctrina cristiana no es el adoctrinamiento excluyente y sectario al uso a que se ha hecho referencia, sino la explicación del testimonio y el mensaje de Jesucristo para que el hombre elija responsablemente, desde su conciencia y en libertad. Por eso hay tantos empeñados en hacer callar a la Iglesia; no obstante, ofrece la otra mejilla y mantiene los piadosos brazos abiertos. Y es que su doctrina, predicada en este mundo, es la llave de la trascendencia, la que permite la entrada gozosa en el más allá.
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