Pocos de los tenidos por ídolos y líderes pasan a la posterioridad como seres excepcionales. Abundan más los personajes que pasajeramente adquirieron cierta notoriedad, cayendo pronto en el olvido por ser su nota predominante la mediocridad; sin que se atisben en ellos los rasgos singulares que hacen brotar el seguidismo de la admiración, ni merecimientos que avalen el perdurar en la memoria colectiva.
Respecto a los que dejaron huella, el legado transmitido-bueno, malo o anodino- va en función de la clase de rastro que marcaron, susceptible de distinta valoración según los subjetivos parámetros de cada enjuiciamiento; en los que influyen vivencias, sentimientos y el aprendizaje cultural.
El mediocre, por simular que no lo es, en ocasiones arremete contra el que destaca para no dejar al descubierto sus propias carencias. En el excepcional suelen concurrir condiciones de liderazgo, aunque el recuerdo que le sobrevivirá dependerá de para qué, en qué y cómo lo ejerció; para unos será excelente, para otros nefasto, y, para terceros, ninguna de ambas apreciaciones; con lo que se vuelve a la estimación subjetiva de cada cual.
Llegados a este punto, para soslayar interpretaciones erróneas hay que echar mano a los principios rectores del bien y del mal, y cuál de los dos dominó en la actuación global del enjuiciado; pero su diferenciación puede estar viciada por la cultura, la tergiversación histórica y por la escala de valores en boga en una época determinada.
Al final, cada uno es lo que es, se ve retratado por sus obras; aunque es humano el poner filtros para que sobresalgan los rasgos que cada cual quiere resaltar. De esta guisa, se confeccionan historias de muchas vidas: a base de tomas distorsionadas y maquillajes de sus protagonistas. Y es que, en el fondo, la mayoría tendemos a retratar la vida y los personajes a nuestro gusto, como quisiéramos que fueran o hubieran sido, pero resistiéndonos a ponernos delante del objetivo por los claro-oscuros que nos acompañan y nublan.
El problema de la percepción es complejo y viene determinado tanto por la formación como por experiencias anteriores que se mantienen en la memoria.Los prejuicios tienen mucha importancia cuando juzgamos la realidad que nos rodea.
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