La antigua Hispania, tierra de conejos, que podían recorrer las ardillas sin tocar suelo, saltando de un árbol a otro desde los Pirineos al Estrecho de Gibraltar, podría ser denominada coloquialmente " Mangalandia", por lo mucho que se ha mangado en los últimos años en España.
Desértica la han dejado los pajarracos rapaces que han volado sobre ella para otear dónde meter sus garras, no importándoles si la presa elegida era el dinero público, la ardilla indefensa sin ramas altas en las que esconderse, o el desorientado conejito en busca de las escasas hierbas con las que alimentarse.
Tiempo y esfuerzo costará ver nuevamente crecer el arbolado y el herboso verde, aunque nunca será con la abundancia y el esplendor pasado. Al menos, que se corten las alas a los rapaces; la jaula es su sitio y allí no se puede libremente volar. Si encima se les hiciera devolver lo afanado, quedaría asentado que no resulta barato el robar.
Cuando el delinquir no compense si pillan al delincuente se habrá dado un paso en la buena dirección
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