Ciudadanos empezó su declive cuando, a pesar de
ser el partido más votado en Cataluña, decidió Inés Arrimadas no presentar su
candidatura a la “ Generalitat “ catalana, aun sabiendo que no iba a prosperar.
Pero hubiera sido un gesto simbólico, esperado y aplaudido por sus votantes y
por los que, no siéndolo, están sin ambigüedades por la unidad de España y en
contra del secesionismo trasnochado. La decisión de Albert Rivera de expandirse
por toda España, y la de Arribadas para irse a la poltrona del Congreso de los
Diputados en Madrid, fueron la puntilla que hizo doblar las rodillas del mentado
partido. El primero inició la faena ingenua e inconscientemente; la segunda la
remató por no estar a diario y a pie de cañón en Cataluña.
Desde entonces, dada su ambigüedad ideológica,
Ciudadanos ha ido coaligándose en diversos gobiernos de coalición con el Partido
Popular o con el socialismo, para seguir “ chupando del bote “ y porque por sí
sólo habría pasado a la irrelevancia por su deriva sin rumbo fijo. Ahora, nada
que no se intuyera, se inclina por romper compromisos con los populares, pasando
de ser una esperanza a convertirse en el “ tonto útil ” del social-comunismo “
sanchista “.
Hace falta que el Partido Popular y VOX aúnen sus
potencialidades, abandonando las reticencias entre ellos, para iniciar
conjuntamente la senda de la reconstrucción de España, aunque no sea de hoy para
mañana ni tarea fácil. Para ello hay que deponer complejos heredados y absurdas
intransigencias. El bien supremo de la Nación lo
exige.
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