Llaman sumisión química a lo de los
pinchazos,
cuando aún no se saben los fines con ellos
perseguidos,
quiénes son su autores, lo que se inyecta,
si es que algo se inocula al
pinchar.
Cuando haya detenciones
se sabrán los intereses de los
autores,
o solo si es una nueva moda de
gamberrear.
Hasta ahora todos son
especulaciones,
menos los síntomas que producen en las
jóvenes
tras sentir el aguijón en las discotecas y
eventos festivos:
mareos, flojedad, desorientación,
y no a todas por igual.
Por lo visto, se recuperan
prontamente;
las analíticas tardías nada
detectan,
salvo restos de éxtasis líquido en un
caso
y ninguna señal o intención de agresión
sexual.
Pese a tantos interrogantes sin
resolver,
queda demostrado que son jóvenes los
autores,
como también las molestadas y
agredidas
con los pinchazos de marras.
El tiempo dirá si es una moda
pasajera,
fastidiar y provocar miedo por
diversión,
u obedecen a causas más perversas.
Mientras tanto, las chicas están
preocupadas,
se conciertan para no separarse entre
ellas,
auxiliarse recíprocamente y estar ojo
avizor.
Los sujetos que las pinchan puede ser
descubiertos y
tener problemas judiciales. Es la forma de
acabar
con esta racha y el subsiguiente
mimetismo.
Sean quienes sean y sus propósitos,
que se apliquen la misma medicina,
pinchándose en sus cataplines,
dejando a las chicas alternar y
divertirse
en armonía. Éstas no tienen que
pagar
los comportamientos incívicos
de los cabroncetes y sus manías.
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