Vocinglero, chulo, prepotente,
y de los usos diplomáticos carente,
así trató Trump a Zelenski el pasado
viernes,
en el encuentro mantenido en el Despacho
Oval.
Testigos fueron los medios
presentes,
notarios de lo acaecido, mostrando a un Trump
ensoberbecido, arremetiendo contra
el valiente y firme ucraniano
Presidente,
que no se achicó ante las exigencias
de indignas componendas y
claudicaciones,
marchándose del Despacho Oval con
hidalguía.
Por si alguna duda había, Trump evidenció su
megalomanía
e interesada distorsión de la Historia actual y
la reciente,
despreciando, igualmente, a la Unión Europea,
que mostró unanimidad al solidarizarse con Zelenski.
Trump tiene acongojado al pueblo
norteamericano,
por sus excentricidades e influyente círculo de
nuevas “ amistades ”.
Aún hay quienes le defienden, pero se agranda la
mayoría que
desconfía del que idolatra el “ becerro de oro “,
levantado a su medida, con inteligencia
artificial,
en un vídeo sobre la imaginada “ Riviera del
Mediterráneo “,
referido a una futura reconstrucción de
Gaza.
Miserable actitud la del personaje que convierte
también,
del día a la
mañana, a Ucrania como invasora y a Rusia
como invadida.
Tales desparrames mentales son dignos de
estudio
por la psiquiatría.
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