Opinar sobre lo que se desconoce
es una aventura diaria y modo de
ganarse la vida, cual entendido
docente.
Esa “ sapiencia “, que todo lo
abarca,
a menudo se da,
sin distinción de género,
con ínfulas grandilocuentes o coloquiales
discusiones.
Se prodiga en aquellos mediáticos debates en que,
con énfasis, pasión y carencia de
ecuanimidad,
cada interviniente barre “ pro domo sua
“,
sin avenirse a razón, téngala o no.
A veces se produce un guirigay, propio de
un
gallinero de corral, que cacarea e
impide
escuchar la controversia de marras.
Si el griterío se para, al rato vuelve a
empezar.
Cuando interviene un verdadero
experto
del tema en cuestión, pone las cosas en su
sitio,
si no hay vocerío y se le permite
terminar.
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