En la 1ª parte del título se daban unas pinceladas sobre el desencanto del pueblo respecto a la clase política, en descendiente valoración según los sondeos, en un tono tal vez excesivamente contundente. Ocurre lo que en otros ámbitos: solo llama la atención el ruido, lo que provoca escándalo e indignación, pasando desapercibidos los comportamientos normales y ejemplares. Que estos no tengan el eco y no se conozcan, por silenciosos, no significa que no se den; “haberlos, haylos”.
La acción política implica servicio y sacrificio. Servicio al ciudadano y el sacrificio inherente a renuncia de intereses personales o de partido , en pro de una vocación de servicio público. El bien común debe prevalecer sobre tales intereses.
Piénsese en tantos héroes- mujeres y hombres-, más o menos a o menos anónimos, que en permanente riesgo de su vida se entregan a un ideal político de españolidad en el país vasco. Repárese en cuántos han ofrendado su vida allí y en otras partes de España por defender nobles ideales.
¿Quién no conoce casos concretos de personas abnegadas, honradas, que desarrollan su actividad política en cargos o puestos humildes o sin relumbrón?
¿Quién desconoce que ciertas personas, con cometidos o cargos importantes, no se aprovecha de ellos para enriquecimiento propio y/ o familiar?
El respeto a la memoria de los Caídos, el ejemplo de los que dignifican el proceder político y público en su diario quehacer, deberían servir de estímulo, al menos por “vergüenza torera”, a los aparatos de los partidos para la regeneración política y democrática.
El cómo hacerlo y la voluntad de llevarla a cabo es cosa de ellos. El clamor del pueblo lo demanda. ¿Es pedir demasiado?
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