martes, 7 de junio de 2011

LOS “ CABALLOS BLANCOS”

 

Es una especie en extinción y forma coloquial de denominar los gorrones a los fáciles de sacar una invitación. Esta puede ser más o menos espaciada y, por lo general, se centra en un buen desayuno, aperitivo, comida o cena con la bebida correspondiente, o bien la sucesión de copas durante la noche acompañando al caballo, cual guías de garitos de tenues luces multicolores. En ocasiones van cabalgando, a costa del otro, desde la mañana hasta la hora de retirarse los ya inexistentes serenos, cuyos distintivos eran la gorra de plato, silbato, montón de llaves al cinto y garrota; a falta de éstos, algunos aguantan hasta la amanecida. Los caballos blancos se dividen en diferentes categorías, dependiendo de sus posibilidades, características personales y predisposición a dejarse montar.

Los más codiciados son los activos y complacientes por devoción, que con ello gozan e incluso no siempre hace falta que los jinetes gorrones vayan a su busca y caza; el equino puede salir a su encuentro. Este tipo de caballos blancos, ascendidos a notable posición económica a base de mucho trabajo desde niño o trampeando de diversas formas,  suelen sufrir carencias del elemental estudio que no empecen a la listeza natural que da la vida en circunstancias adversas. Tienen  querencia por aquellos jinetes a los que considera revestidos de cierto poder e influencia, preferentemente de determinadas clases funcionariales sin excluir algunas otras profesiones; lo importante es que les supongan cierta ascendencia a la que puedan recurrir en algún momento. Les gusta alardear de tales amistades, en el intento de suplir con ello el déficit cultural, la humilde extracción social de la que proceden a su pesar y para sentirse importantes y bien relacionados ante lo demás, porque así creen que son los jinetes con los que se codean.

Está la segunda categoría, la de los pasivos condescendientes o resignados que, esporádicamente, por no necesitar ser montados, adivinando las intenciones se adelantan y alivian estómagos y gargantas de los gorrones profesionales, con tal de quitarse por una temporada la carga de encima. Su procedencia es varia, predominando los de la actividad empresarial. Cuidan los detalles, suelen ser discretos, de formas educadas y aceptable bagaje cultural, destacando en los conocimientos de negocio y mercado. Distinguen perfectamente al jinete gorrón,  con el que procuran no prodigarse y sí guardar las distancias, con los compromisos sociales y del oficio. Sus magnanimidades pueden ser de otro tipo, no se ofrecen a los clásicos gorrones y obedecen a diversas razones bien distintas a las que impulsan a los activos caballos pura raza y, por tanto, aquellas son susceptibles de diferentes calificaciones en función de la intencionalidad.

Y por fin tenemos los mixtos, cruce de raza de los dos anteriores, que podríamos llamar los cerriles por indomables. Suelen destacar por alardes de prepotencia, fanfarronería, indiscreción, ostentación dineraria y presumir de muy altas relaciones e influencias, para impresionar y obtener algún beneficio. Hacen mil ofrecimientos  como si te conocieran de toda la vida, prodigándose en abrazos y fingidas efusiones. Son los auténticamente peligrosos, se les ve al momento y no suelen tener más jinetes que los obligados o dispuestos a reírles las gracias. Quienes se fían de ellos y pretenden sacarles provecho a cambio de ciertas correspondencias, salen más tarde o pronto trasquilados.

Cerramos el capítulo de los caballos blancos por no alargarnos más; pues hay subdivisiones y especificidades para llenar un grueso tomo. Los realmente genuinos son los primeros y aunque se ha hablado en presente quedó dicho que es especie en extinción; algunos han menguado a poneys. Quienes los montaban procuraban acapararlos para sí, guardarlos celosamente, mantenerles apartados, para que no fueran montados por otros jinetes cuatreros que merodeaban por cuadras y ranchos al acecho de un buen ejemplar. Los de segunda categoría subsisten y los mixtos aparecen y desaparecen como los ojos del Guadiana.

Con las crisis ha menguado el vigor de los caballos blancos, muchos jinetes andan desesperados en busca de a quién montar aunque sea sobre un borrico.

 

Se incluye la canción ranchera de José Alfredo Giménez “ El caballo blanco”, disponible en Youtube.

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