Es frecuente que en España para "triunfar", escalando puestos en la cosa política, a la desenfrenada ambición hay que sumar osadía, no demasiados escrúpulos ni del sentido del ridículo, no reconocerse las limitaciones personales, dosis de docilidad, adulación y don de gentes. En la escalada no suele importar la solvencia técnica e intelectual sino tener un buen padrino, labia y saber vender el producto aunque sea humo. Así podemos ver a gente que,cual saltimbanquis, van saltando de uno a otros sitios, con independencia del cargo y ámbito de la Administración (Central, Autonómica o Local), cuyos contenidos y competencias nada o muy poco tienen en común con el anterior o anteriores.
Es para quitarse el sombrero, igual valen para un roto que para un descosido. Lo curioso es que al tomar posesión utilizan los consabidos latiguillos dialécticos, en lo que sí son verdaderos maestros, de que" llegan dispuestos a aprender, escuchar a todos, a intentar igualar el listón del anterior que tan alto lo ha dejado y para ello piden la colaboración de los magníficos profesionales de quienes tan buenas referencias les han dado, contando de antemano con su acreditada experiencia, sacrificio y espíritu de servicio contrastados. Sumando, con ilusión y trabajo en equipo, no hay reto que no se pueda alcanzar,..."
Lo que no se entiende bien es que habiendo tan buenos funcionarios-técnicos tengan que echar mano de tantos asesores y similares, que les suelen acompañar en todas las travesías. Cabe imaginar que por cosa de confianza personal, tan apreciada y necesaria para los políticos cuando se meten en terreno desconocido, es por lo que no pueden desenvolverse sin un fiel lacayo.
Y algo chocante. Pese a las humildes palabras de presentación, al poco tiempo, máximo tres meses, se pronuncian y actúan como los mejores expertos en la materia que les ha tocado y de la que, a veces, poco o nada saben. Cara a la galería se mueven como pez en el agua, de puertas para dentro suele haber división de opiniones pues cada cual cuenta la fiesta según le va. Es la condición humana.
No estaría bien finalizar si no se reconociera la solvente capacidad de algunos, la buena fe, las horas que le dedican y los sinsabores que reciben. Y es que esto de la política es otro mundo e insondables sus recovecos. No deben pagar justos por pecadores, expuestos al público están como sus acciones. En esta ocasión no ponemos nombres por muy evidentes que algunos sean; pero o se arregla esto y pronto o nos vamos al garete. Lo que también sucede es que los necesitamos, alguien tiene que llevar el timón. Seguiremos a la espera de un buen capitán y nueva tripulación; el barco de la nación hace aguas por todas partes.
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