Preocupados por la grave situación económica y el escandaloso paro, el personal no está prestando la merecida atención al deterioro, a marchas forzadas, del esquema institucional y constitucional en una especie de alocada ida sin perspectivas de retorno. La pasividad ante el deterioro y suplantación de valores, las ofensas a la nación española, sus raíces, símbolos y universal lengua común, causan desazón. Tales desafueros los sufren de modo especial las víctimas más afectadas directamente por las consumadas fechorías, bien respondan a imposición coactiva , ya por capricho ordenancista revestido de injusta formalidad o, sencillamente, porque hay desalmados que no respetan más legalidad que la de su visceralidad.
Los hay que callan por temor, por no perder su status y legítimas aspiraciones, por " no meterse en líos" o, tal vez, por resignación ante lo que se barrunta irreversible. Otros, simplemente, contemporizan o, lo que es más deleznable, contribuyen a ello por falta de principios, sectarismo o intereses espurios. Una mayoría silenciosa clama contra la ignominia para sus adentros, salvo en círculos familiares o de confianza, y no faltan quienes alzan la denunciante voz públicamente, como tampoco los que no saben ni contestan.
Mientras tanto el edificio está en peligro de derrumbarse por la galopante aluminosis y los muebles infectados por la carcoma. En el País Vasco se pavonean, sin ser pavos, los" bicho-bildus” pro etarras que por mascota tienen a un híbrido de rata y vampiro con vara de mando. En Cataluña hay quienes están construyendo con cemento enfermo y en algunos despachos la carcoma va dejando rastros de serrín.
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