viernes, 19 de octubre de 2012

LOS GUARROS

 

No tienen nada que perder ni civismo a respetar, degradados moralmente no reconocen el camino de parasitaria ruindad personal emprendido y, auto excluidos de las normas que rigen las sociedades democráticas, se apuntan a todo bombardeo que vaya contra la civilizada convivencia. Lo suyo es la violencia, la intimidación y el desorden, "borrokeros" de la calle y "fumatas" litroneros asamblearios. Nada útil aportan a la sociedad que desprecian, pero saben aprovecharse del garantismo legal y de los beneficios que el Estado reconoce y otorga. Actúan en manada, son los denominados anti sistemas y cuando la gente pacífica les otea, dice : "Apartémonos que vienen los GUARROS".

Su indigencia y perversión cultural unidas a un exceso de fanatismo llega al paroxismo cuando desatan las iras sustentadas en los negativismos radicales de " Sin Dios, ni Patria ni patrón", más las consabidas fijaciones igualmente enfermizas contra el " imperialismo yanqui", el " capitalismo", " la derecha"... En su empanada mental tienen por ídolos, si es que racionalmente son capaces de tener alguno, a Lenin, al Che Guevara..., sin caer en la cuenta que bajo aquel no hubieran sido tolerados y a la menor contestación, pues eso: el  “finiquito” comunista. En cuanto al guerrillero de triste recuerdo, Che Guevara, les hubiera dicho : Quédense en casa muchachos, yo preciso gente capaz de luchar para vencer o morir, no a mamarrachos.

Son pocos, pero arman mucho ruido; son los tontos útiles manipulados desde algunas posiciones políticas ("¿ Qui prodest?") que les encanta poner un GUARRO en la mesa y no precisamente al sabroso cochinillo segoviano. Son el producto violento de la anti educación, la contra cultura y el enfrentismo que durante años se ha ido sembrando.

Los que por diversos motivos se manifiestan pacíficamente, deben procurar no dejarse arrastrar por los activistas de la violenta agitación y ser conscientes que lo que pretenden es provocar desorden y caos. Son fáciles de detectar, como también intuir quién los mueve con telemando.

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