Resulta que Irene Rigau, consejera catalana de Educación, acusó a José Ignacio Wert, ministro de Educación-Cultura-Deportes del Gobierno de España, de querer españolizar a los niños catalanes y Wert, días después, en el Pleno del Congreso reprodujo las palabras de reproche de la consejera y dijo que sí, justificando razonablemente que quería " que los niños catalanes se sientan tan orgullosos de ser catalanes como de ser españoles", matizando el trasfondo de su afirmación ( conocimiento y estudio reales del castellano, de la historia y geografía de España, etc.) en la que se ratificaba posteriormente con un par... y elevadas dosis de cordura, mesura y congruencia.
Que la consejera efectuara la acusación de españolizar es normal en una persona que forma parte de un gobierno que aboga por la independencia y no se siente español. Que el ministro repentizara las palabras de aquella en el fragor de la contienda parlamentaria es comprensible; no siguió guión alguno previamente diseñado, aunque fue una expresión innecesaria por cuanto los catalanes, niños y mayores, son españoles a los que quieren desespañolizar el gobierno Catalán, demás independentistas e inexplicables compañías para tan alocado viaje.
El caso es que se han desatado las furias contra Wert, se le han lanzado anatemas de todo tipo y el propio PSOE pide su reprobación, que dimita o lo cesen, en un alarde de oportunismo político; pero nos da la impresión que Wert tiene las ideas muy claras y no va a ceder a presiones. Otra cosa es que le dejen actuar o que lo cesen. De momento ha empezado la cacería y van a por él.
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