En el "Camp Nou" se celebró ayer una gran demostración independentista mientras en el terreno de juego se disputaba un partido de futbol que llaman el “ clásico” y, por lo que se dice, es seguido en todo el mundo. Aunque no lo vimos, no ha sido fácil escapar a lo comentado en los medios. Aprovechando la mundial expectativa del encuentro se organizó meticulosamente el aparato propagandístico de las pretensiones separatistas y en vez de bocadillo se entregaban a la entrada cartulinas para que, exhibidas por colores en las gradas, en todo el campo luciera la legal " cuatribarrada" sin que faltaran las de la estrella independentista ni los gritos secesionistas de rigor.
No creemos que la imagen vista desde el extranjero haya hecho ningún favor a Cataluña ni al resto de España. Cuando, entre otras cosas, necesitamos transmitir unidad, seriedad y sensación de normal tranquilidad para ganarnos la confianza de los inversores extranjeros, resulta que exportamos lo que perciben como inestabilidad cual si se estuviera en los preparativos de una " primavera árabe".
Los aficionados sensatos del Real Madrid y del FC Barcelona no merecían la manipulación y la parafernalia independentista puesta en escena, consistente en una rastrera manera de mezclar política con deporte, una forma de exacerbar ánimos y un sembrar vientos que pueden devenir en tempestades. Quienes gobiernan en Cataluña vienen soplando en exceso, se están haciendo malquerer, fomentan la discordia entre los propios catalanes y han perdido el "seny".
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