La persona es un ser creyente,
practicante o no, por herencia
cultural
y ancestral tradición.
Se afianza la creencia por
convicción.
Despenalizar las ofensas
contra los sentimientos religiosos
es un oxímoron.
Deberían tenerlo presente
quienes propugnan
o profesan su particular- atea, nihilista
o laicista- “ religión “.
La libertad de expresión
tiene sus límites,
cualquiera que sea su tema.
La exigencia de respetar,
para ser respetado,
debería ser el lema;
guía de toda educación.
Que ningún abolicionista
de los sentimientos religiosos,
espere reciprocidad
respecto a su honor, dignidad
y sectaria “ religión “.
Si se le concede, será por cristiana
Caridad.
El hecho religioso es una realidad,
y sus sentimientos no se deben conculcar.
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