Dos pensamientos leídos, ignoramos el autor, inducen a la reflexión,por considerarlos atinados y de general aplicación. Rezan así : " Los hombres son como la luna. Siempre tienen un lado oscuro que no enseñan a nadie" y " Un hombre íntegro es aquel que hace lo correcto aunque nadie lo esté mirando". Parecen obviedades, pero responden a realidades escuetamente definidas, propias del ser humano.
Ello nos lleva a meditar que enjuiciamos a los demás, con mayor, menor o ningún motivo, mientras pretendemos blindar nuestras ocultas oscuridades terrenales que nada tienen que ver con la “noche oscura” sufrida pasajeramente por la Madre Teresa, al igual que otros santos, por sus dudas y vacíos espirituales, que les llevaron a momentos de desolación interior superados con el agarradero a la Fe, la súplica de Fortaleza para salir del abatimiento y Luz que disipara las tinieblas.
Claro está que el común de los mortales no tenemos esa fuerza interior, ni la mayoría aspiramos a imitar el grado de elevación de tan admirables seres ni la humildad para destapar nuestras impudicias u oscuridades; pero si deberíamos minimizarlas y exigir el nivel de ejemplaridad en orden a la ascendencia o prevalencia de unos sobre los otros, dando por sentadas las imperfecciones humanas; a mayor nivel más ejemplaridad. Este compromiso debería ser asumido en los diferentes estratos sociales: familiar,docencia, clerical y religioso, profesional, empresarial, laboral...hasta alcanzar el Institucional y político.
Deseable aspiración utópica que por unos momentos nos ha llevado a reflexionar y dejarlas por escrito. Es bonito soñar, aunque acertó Calderón al decir que "los sueños, sueños son". Queda al menos la tranquilidad que tales ensoñaciones a nadie perjudican y que aún pueda quedar en algunos la esperanza de la superación interior.
Y como hemos aludido al soñar y a Calderón de la Barca, qué mejor que transcribir su conocido poema :
LA VIDA ES SUEÑO
“Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueño son.”
(Pedro Calderón de la Barca, 1636-1673)