Menuda “ mordida” le ha pegado la Presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, a España en la empresa YPF propiedad mayoritaria de la emblemática española REPSOL. La ha expropiado porque sí, se queda con ella y falta por ver lo que pagará, si es que algo paga como indemnización ya que no está dispuesta a ello. REPSOL sí que la va a exigir. En este caso la mordida de la voraz vampiresa ha ido directamente a la yugular invocando intereses patrios y de utilidad pública. Sin contemplaciones ha desalojado a los directivos españoles de YPF-REPSOL de sus despachos, poniéndoles de patitas en la calle. La moza tiene escuela y eso que dijo que no es "patotera"; tal vez sea más: líder de la "patota".
El Gobierno español ha denunciado contundentemente la tropelía cometida y anunciado que dará la respuesta adecuada en su momento; pero lo tiene bastante difícil, máxime cuando otros grandes grupos empresariales españoles están allí operando y puede pender sobre ellos la amenaza chantajista cual rehenes del populismo “cristinista”.
Necesita del apoyo con medidas contundentes y conjuntas de la Unión Europea, para que se restablezca la legalidad conculcada contra una simbólica empresa de uno sus estados miembros y sirva, de paso, de aviso a navegantes. Poco probable es que Cristina Fernández rectifique, lo que lleva a nuestro Gobierno a desplegar una intensa actividad diplomática multidireccional, como la de Mariano Rajoy aprovechando su intervención en el Foro Económico Mundial sobre América Latina celebrado en Méjico y las que seguirán a distintos niveles.
No censuramos al pueblo argentino, sino a la Presidenta que rige los destinos de la nación hermana por haber chuleado a una empresa española, allí instalada en su día con todos los parabienes. Los asuntos meramente internos de los argentinos es cosa de ellos, aunque sus males nos duelan.
La expropiación de YPF-REPSOL, llevada a cabo para tapar el descontento y las grandes dificultades económicas en Argentina, no solo perjudica a tal petrolera y sus accionistas sino también al pueblo argentino que, sin beberlo ni comerlo, pueden verse afectados por la desconfianza a invertir en un país cuya Presidenta se salta a la torera lo que le viene en gana; en este caso la seguridad jurídica como garantía de fiabilidad para los inversores.
En fin, la que dice no ser “patotera” se ha lanzado a cantar un nuevo tango con letra hecha a su medida: “La robé porque es lo mío, me la apropié porque es ideal…”
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