No están dando la tabarra sobre si nos van a rescatar o dejar de hacerlo y con ello nos meten en una gran cacao mental-lingüístico. El rescate siempre lo hemos asociado el secuestro de una o varias personas que están en tan desventurada situación y, por eso, hablábamos de secuestrados, secuestradores, liberaciones, rescates previo pago, bajo chantaje, en operaciones brillantes del GEO u otras fuerzas especiales... Teníamos claro que los secuestradores eran los malos y los que rescataban los buenos. También entendemos como operaciones de rescate las que se hacen en favor de los que, sin estar secuestrados, se encuentran en situación de grave riesgo a consecuencia de causas accidentales o desastres naturales.
Con el nuevo léxico económico e ignorante en la materia, deduces que lo que está en peligro son los ahorrillos, el dinerillo que creías a salvo; pero ahora resulta que unos dicen que no lo está tanto y otros lo contrario. Entras en la sucursal bancaria o caja de ahorros, el empleado intenta transmitirte tranquila seguridad, pero te das cuenta que tampoco lo tiene claro, y ante la duda sales de la oficina y con resignación musitas ¡ que sea lo que Dios quiera!
Si te preguntas sobre el potencial secuestrador y el rescatador, te entran calenturas mayores cuando intuyes que los dos o más son uno, del que solo conoces denominaciones propias de una sopa de letras, pero generalmente en inglés que mola más. Los que dan la cara, siempre seria y nunca sonriente, sean damas o caballeros, son los gurús de las finanzas, los expertos, los euro burócratas y mandamases que actúan por encargo cual altos funcionarios de mercados e instituciones y ¡oh casualidad!, abrazan y sonríen al negociador del país próximo a rescatar y dejan bien colocados a los que facilitaron el secuestro. ¡ Vamos!, como si se conocieran de toda la vida; debe ser por lo del" hoy por ti, mañana por mi"
Sigues sin entender y nada poder hacer. Lo único que te queda claro es la sensación de ser un juguete con el que alguien o varios, que no conoces ni sabes dónde habitan ni el rostro que tienen, juegan a distancia contigo moviendo los hilos del muñeco de guiñol a su antojo y provecho. Pero como no quieres caer en la paranoia y deseas resistirte a la creencia en esas secretas " meigas" mundiales, pese a que algunos mantienen que "haberlas, haylas", desechas cavilaciones que a nada te conducen.
Esbozas una maliciosa sonrisa mientras piensas que esos jodidos fantasmas se podrán quedar con tus cuartos, pero no con tu alma. Cual mal payo maldices: "Que se lo gasten en medicinas" y al momento rectificas los malos deseos al constatar, una vez más, que ignoras quiénes son los que se las tendrían que tomar.
Te encuentras un mendigo en la calle, sentado felizmente en un banco de madera, hablando con un pulgoso perro postrado a sus pies al que acaricia, un tetrabrik de vino peleón sujeto por una mano, en el suelo una cajita de cartón con escasas monedas. Te paras frente a él, echas unas monedillas para acompañar a las otras, el perro mueve gozoso el rabo, el agradecido mendigo al darte las gracias te enseña su despoblada boca. Pasa de finanzas y del mundo; posiblemente encontrándose en total desamparo solo un perdido perro fue a rescatarle y suplir el vacio de amor. Es libre y feliz, en su cuerda locura se ríe de tiburones y secuestradores.
Por un momento le envidias; sales de tu ensimismamiento y te dices: continua caminando, también hoy el sol salió para ti y un plato de caliente tendrás a mediodía en la mesa. Mañana, Dios dirá.
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