Hay descontento y desencanto respecto a las medidas que viene adoptando el Gobierno, como a otras que, esperadas de él, deja por hacer sin que hayan visos que tenga propósitos de llevarlas a cabo. Nada se descubre si decimos que el descontento es generalizado, no extrañando su utilización y/o manipulación como arma de confrontación política para erosionarle y desplazarle del poder. No sorprende el desencanto sufrido por la base electoral que dio la mayoría absoluta al Partido Popular; ya procediera el voto del militante comprometido o simpatizante fiel, del elector que se decidió por el mal menor o del defraudado por los gobiernos socialistas de Zapatero de tristes y amargos recuerdos.
Es sintomático el amplio descontento y desencanto entre los militantes de base y tradicionales simpatizantes por tener puesta la confianza e ilusión en que, con la llegada al Gobierno del PP, muchas cosas iban a cambiar para mejor. Sabían el negro panorama económico al que se iba a enfrentar y los sacrificios que impondrían a todos; pero esperaban que, por ejemplaridad y justicia, empezara la poda por arriba y no con los timoratos recortes de y en las alturas que parecen tratamientos de maquillaje. En su lugar, la tijera se dirige desde la clase media hacia abajo y el corte de pelo es como el de los antiguos frailes.
Siendo primordial solucionar el asunto de los dineros y el paro, no lo es todo. Hay otras urgencias para preservar y estimular la unidad nacional, hacer frente a los claros desafíos contra la misma, efectiva reestructuración del diseño autonómico... y, en suma, iniciativas para el deseable regeneracionismo integral que en su mayor parte están aparcadas o no se vislumbran. Esto también lo tienen muy en cuenta los militantes de base y simpatizantes populares quienes, por lo general, son más exigentes y autocríticos de lo que se piensa; en su momento, cuando tengan que introducir la papeleta en la urna, se notará.
Quienes crean que el descontento y el desencanto irán remitiendo con el tiempo, andan esta vez equivocados si no enderezan el rumbo antes; lo que por ahora no se percibe. Son muchas las voces " peperas", sin voz ni pluma en los medios, simple gente de a pie, idealista y honrada sin apetencias políticas que así, en confianza, se expresan. No hablan por hablar, se les nota dolidas y defraudadas. El pan, como a todo ser humano, les importa; pero también le dan destacada importancia a principios y valores, a sentimientos y quereres patrios; sufren especialmente cuando esos amores no los perciben compartidos con hechos. Es frecuente escucharles:” ¿ Para esto ganamos las elecciones?, mejor que las hubieran ganado los socialistas y hubieran tenido que apechugar con las heces que nos dejaron. El descontento seguiría, pero no sufriríamos el desencanto porque ya sabemos sobradamente lo que dan de sí.”
Somos conscientes que el Gobierno lo tiene muy difícil, que en sus pocos meses de gestión han habido más sobresaltos que alegrías; deseamos que el final acierte por bien de España y los españoles y no olvide lo que movió a tantos millones a votarle.
Tan sólo felicitarte por el artículo.
ResponderEliminarMe siento completamente identificado con tu forma de pensar, al igual que la mayor parte de la gente con la que hablo y que votó al PP.
Un cordial saludo.