martes, 7 de agosto de 2012

PRIMER DÍA: EN VEZ DE PLAYA, AVITUALLAMIENTO

 

Ayer sobre las ocho de la tarde llegamos al destino donde cambiar de "rutina en unos días agosteños" a que no referíamos ayer. Tras descargar el equipaje y aparcar el automóvil debidamente, lo primero fue el ir a un Mercadona cerquita para las compras de rigor, pero " todo el gozo en un pozo". Eran tales las colas de gente a la espera paciente de poder alcanzar los siete puntos de salida-cobro ( los contamos) que, sin pensarlo dos veces, no entramos. Era lo lógico, los veraneantes dejan para últimas horas de la tarde sus compras y así aprovechar mejor el día tumbados a la bartola. Desde luego el exitoso empresario Juan Roig es un lince.

Ya en la calle escuchamos a un disgustado varón decir a dos mujeres que iban tras él, se supone que esposa y suegra: "Me estáis todo todo el día poniendo la cabeza como un perol con la misma matraca.¡ Vaya vacaciones!, haced lo que queráis pero dejadme tranquilo". Sobre la marcha y para compensar la frustrada compra, nos sentamos en la terraza de un bar dando buena cuenta de una ración de sardinas a la plancha y otra de fritura de pescaditos, aliviando el seco gaznate con fría cerveza de barril. El veterano camarero nos asesoró bien.

Tras el temprano paseo matutino de hoy cambiamos playa por Mercadona, intuyendo que la afluencia por la mañana sería mucho menor y así fue. Ya metidos en la arena de las compras más urgentes y dado que a partir de cierta hora no es aconsejable exponerse a los rayos del sol, por apetecible que sea la playa, se hizo detenida visita al mercado municipal, pequeño pero con buen género. En un puesto clásico de salazones se nos coló un matrimonio catalán que hizo pequeña compra por importe de unos diez €, después de haberse interesado por el previo de diferentes productos pese a estar a la vista. La mujer, para pagar, sacó un billete de 50 €, lo extendió al vendedor pero no había forma de que lo soltara, cual si se tratara de otras tantas lágrimas contenidas en un frasco. El profesional que la atendía demostró oficio cuando con un tironcillo suave lo rescató de las garras que lo atenazaban, al tiempo que le decía : Señora, ¿ cómo prefiere que le dé el cambio ?

Tirando del carro de compras, lleno al completo, con una mano y con la otra llevando un "pack" de media docena de botellas de agua mineral, llegamos a casa cerca de las catorce horas. Afortunadamente las distancias eran cortitas, resultó una mañana entretenida, un cambio de rutina el de la compra que esperamos no se convierta en hábito.

Tras la comida, hubo siesta y lectura de prensa. Después con el portátil venimos aquí, a este hotelito a sesenta metros de nuestro refugio, nos dieron la contraseña para acceder a "Wi-Fi" y empezamos a escribir, mientras bebíamos a sorbitos un abundante zumo de naranja natural, lo que han dado de si las primeras 24 horas de vacaciones. Esta noche toca visitas tasqueras. Mañana Dios dirá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario