miércoles, 1 de agosto de 2012

LA DEFENSA NACIONAL

 

La Directiva de Defensa Nacional ha sido aprobada hoy por el Gobierno. Los avances de la misma nada nuevo aportan a los diversos análisis, artículos y opiniones que, al respecto, vienen señalando nuestras carencias y principales riesgos; salvo que su contenido completo y el desarrollo pendiente recojan aspectos por conocer o estén/sean sometidos a cláusulas de materia reservada. En suma, lo hasta ahora sabido sobre la Directiva es, como vulgarmente se dice, de cajón.

Se ha anunciado que figura como amenaza a la seguridad la crisis económica, lo cual resulta obvio si vemos los progresivos recortes en material y personal; dándose la paradoja que mientras también afectan a un aspecto tan esencial y sensible como lo es la Defensa Nacional, pasan prácticamente de largo si se trata de otras Instituciones perfectamente prescindibles cuando se está ante un estado de emergencia como el que nos aturde y embarga.

El clamor popular contra el desmadre autonómico, la rebeldía de algunos de estos entes, el despilfarro, corrupción, expolio del dinero público y el escándalo por el desproporcionado número de cargos políticos y su entorno de palmeros en cuanto estómagos agradecidos, parece caer en saco roto y prevalecer el interés de las castas sobre el de España.

Con una limpieza y sustancial recorte por arriba, no cabría imponer tanto sacrificio al pueblo ni dejar en la casi indigencia operativa a las Fuerzas Armadas. Si, así y todo, son necesarios sacrificios se asumirían resignadamente y muy posiblemente sin indignación o controlada, porque se vería ejemplaridad por parte de quienes más obligados están a ella al declararse  servidores del pueblo y de la clase trabajadora.

De las cortas referencias consultadas sobre la Directiva, si exceptuamos la alusión al terrorismo etarra, nada hemos leído sobre los peligros internos conocidos por todos, los que atentan contra la integridad territorial con sus chulescas provocaciones secesionistas.

En esas estamos, con unas Fuerzas Armadas integradas por buenos y disciplinados profesionales que, paulatinamente, han sido objeto de racaneo y desactivación por resabios y prevenciones superadas. Actúan en alejados escenarios por obligados compromisos internacionales que hay que cumplir, en donde dan lo mejor del soldado español pese a la escasez de medios.

Hay quienes piensan que es mejor no meterlas en planificaciones sobre el peligro interior, aunque España se descomponga. Los planes operativos diseñados, que alguno habrá, deben estar encerrados bajo siete llaves, al igual que las respuestas ante una agresión proveniente, por ejemplo, del Magreb o derivada por la participación en alianzas multilaterales. Respetuosas con el orden constitucional las Fuerzas Armadas están a las órdenes del Gobierno de turno, con el sable enfundado.

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