martes, 29 de octubre de 2013

MUERTE EN LA MINA.

 

Arriesgado y duro es el oficio de minero. El horadar en las profundidades de la tierra siempre trae sus peligros; uno de ellos el silencioso flotar del inodoro grisú, que suele producir la muerte instantánea en repentino y soporífero sueño del que no se despierta. Ayer se cobró la vida de seis mineros en Pola de Gordón ( León), cuando faenaban en el pozo Emilio del Valle, a cerca de setecientos metros debajo de la superficie. Otros compañeros, con mejor suerte, fueron hospitalizados.

Es una profesión de hombres recios, que se transmite de padres a hijos en las zonas mineras, con la esperanza de que pasen los turnos de trabajo diarios sin que se produzca la tragedia. Minero se asocia a hombre infatigable, resistente, rocoso de cuerpo como las rocas en las que pica; y a ese singular pundonor para no exteriorizar las sensibilidades del corazón, que para sí guarda.

En las zonas mineras, a través de los años, mujeres han vestido de luto y se han contenido muchos llantos ante lo previsible e inevitable; niños han llegado a hombres y han cogido la antorcha del relevo. En tales cuencas se ha forjado una personalidad caracterizada por la hermandad y la solidaridad ante el riesgo compartido, y asumido, de trabajar en la mina.

La extracción del carbón está hoy cuestionada; se dice que por su escasa rentabilidad en comparación con otras fuentes de energía; pero nunca será puesta en tela de juicio la bravura de esos hombres que pasaron y pasan la mayor parte de su vida dentro de la mina, o fallecieron en sus entrañas, como medio para ganarse la vida.

Llevaron y llevan con legítimo orgullo la condición de minero. Honroso título merecedor de reconocimiento. La muerte en la mina no enterrará el espíritu minero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario