La nota autoinculpatoria de Jordi Pujol, reproducida en los medios, está dando lugar a repetidos escritos y opiniones condenatorias. Destapado el escándalo por unos hechos gravísimos, en cuanto afectan a quien fue el Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya, se efectúan las siguientes consideraciones:
No es creíble que durante treinta y cuatro años no se hubiera encontrado el momento oportuno para declarar y regularizar fiscalmente el dinero, procedente de la herencia paterna, depositado en Andorra.
Tiene visos de mentira que el origen de la gran fortuna personal y familiar, acumulada durante y a resultas de veinte tres años como Presidente de la Generalidad, tuviera su origen en la citada herencia, si es que la hubo en la forma y la cantidad que dijo.
Todo parece indicar, como señala la UDEF y por ello hay procedimientos judiciales abiertos, que el botín conseguido- disperso en varias partes del mundo, en negocios diferentes y en distintos paraísos fiscales- lo fue por tráfico de influencias y otras mangancias, prevaliéndose o al amparo de ser quien era. Recuérdese, a título de ejemplo, el perjuicio de unos veinte mil millones de pesetas causado a Banca Catalana, que motivó que la Fiscalía acusara de diversos delitos, en 1984, a varios consejeros de la misma y hasta al mismo Presidente de la Generalidad y líder de CiU, Jordi Pujol, que fue vicepresidente ejecutivo de la entidad bancaria, por maniobrar fraudulentamente para conseguir pingües beneficios; archivándose posteriormente el caso en la Audiencia de Barcelona- por falta de indicios racionales suficientes de criminalidad-, aunque según ha manifestado estos días uno de los dos fiscales que solicitaron el procesamiento, la decisión de la Sala obedeció a presiones políticas. En aquel entonces, Jordi Pujol se asomó al balcón de la Generalidad y, escudándose en la Senyera, dijo que era un ataque a Cataluña.
No va a ser fácil distinguir lo que amarró de y para sí, de lo que propició y consintió para los implicados de su clan familiar.
Es razonable presumir la red de intereses tejida en su entorno político más próximo y el empresarial que también se malificiaba.
Sorprendió la confesión pública, no los hechos- conocidos y por conocer-, cuando las sospechas y rumores circulaban desde años, incluso a nivel de calle y particularmente en Cataluña. El haberla hecho, mediante nota de prensa y sin apenas más que sucintas referencias a la herencia andorrana, que su única hermana y cuñado han manifestado desconocer, revelaría lo mucho y gordo que puede haber detrás.
Es evidente el " mirar para otra parte", mantenido largamente por sucesivos gobiernos, principales partidos políticos y algunos medios, hasta que la maquinaria judicial decidió empezar, esta vez en serio, el recorrido.
Primaron los intentos de estabilidad política, de gobierno y el contener en la moderación a un nacionalismo que, poco a poco, se iba radicalizando; valía la pena soslayar lo demás Se pensó que Jordi Pujol era el personaje y hombre de Estado capaz de garantizarlo, equivocándose de medio a medio. Joseph Tarradellas acertó al desconfiar de él.
Se revistió impúdicamente con una aureola de honradez y se arropó con la bandera catalana- de casta le viene al galgo-para disimular y tapar sus vergüenzas y las de algunos de sus hijos: el más voraz que se sepa, el primogénito Jordi.
No es una cuestión familiar y personal como ha dicho Artur Mas, sino algo de muchísimo mayor calado. Trasciende dichos ámbitos, da alas a los populismos extremistas, sume en la tristeza al sentimiento nacionalista moderado y facilita que los independentistas más obtusos-ERC- acaricien el poder en solitario.
Es, además, una sinvergonzonería imperdonable, por provenir de quien fue el factótum en Cataluña y un prohombre en el resto de España, que ha llenado de fango a los catalanes y ha acrecentado la desconfianza hacia la clase política, ya desprestigiada a causa de la corrupción de bastantes de sus gerifaltes.
Con independencia del resultado judicial final- sujeto a pruebas, prescripciones y otras cuestiones jurídicas- es irreparable el mal causado, propiciado o consentido por Jordi Pujol, a quien ya se le ha retirado el título de Molt Honorable y las prebendas que lleva aparejadas. Se dice que, forzado, renunció a ellas.
Del poder y la gloria pasa al ostracismo y la ignominia; llegó su desdichado ocaso. Si, al menos, valiera como aviso a navegantes...; pero siempre hay quien no escarmienta en cabeza ajena; vaya cubierta con boina, sombrero o barretina.
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