El pretexto es Don Juan Carlos I; el fin último es derrocar la Monarquía. Esta es la operación diseñada por las izquierdas de diverso pelaje y los nacional-separatistas, y que, paso a paso, se va abriendo camino como una conjura antimonárquica y republicana. Arrancó hace años con la quema de las efigies reales, para llegar a lo que está sucediendo actualmente, y que continuará “ sine die “ hasta la “ victoria final: la Tercera República “, si no se corta esta locura, parando los pies a los confabulados, y se desenmascara a los camuflados bajo máscaras diferentes. Para ello es necesario que los políticos, no embarcados en esta conspiración, se pronuncien clara y contundentemente, sin quedarse a medio camino con palabras y hechos ambiguos y circunstanciales.Que la Justicia actúe con imparcialidad y sin presiones, así como que la ciudadanía pasiva se movilice para poner fin a lo que puede desembocar en un conflicto desgarrador para todos y la Nación. Ante todo procede el acatamiento de la legalidad constitucional, que establece: “ La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria “. Quienes quieran otro modelo, que utilicen los medios previstos en la Carta Magna y no usen tácticas revolucionarias.Elementos de la conjura citada pedían que D. Juan Carlos abandonara la Zarzuela; después que se le expulsara de España y se le retirara el pasaporte, y cuando se fue del país, previo acuerdo con su hijo el Rey D. Felipe VI sometido a fuertes presiones, dicen que ha huido, llegando algunos a exigir que se dictara una orden de detención internacional, cuando sobre D. Juan Carlos no existe acusación penal alguna. Todavía no conformes, se ha pedido también la abdicación del monarca ejemplar D. Felipe. Algunos ayuntamientos gobernados por la izquierda han retirado estatuas de D.Juan Carlos y rótulos con su nombre en las calles y plazas, y algunas instituciones promueven y llevan a cabo maliciosas actuaciones denigrantes. Si todo esto, y otros gestos hostiles, no conforman una conjura antimonárquica, a ver qué otra cosa o trama puede ser. Encima, que integrantes del Gobierno, pertenecientes a la extrema izquierda radical, se hayan destacado sin tapujos en la furia antimonárquica, sin haber sido cesados ni desautorizados claramente por el Presidente, da que pensar y no bien. Lo que digan Torra, Rufián y los de sus respectivas collas, así como Ada Colau, es más de lo mismo, pues es conocida su aversión a España, a sus símbolos y al Rey. Nada sensato cabe esperar de ellos, pues no son reinsertables políticamente en una sociedad plural y democrática, como tampoco lo son Pablo Iglesias, Alberto Garzón y compañía.Algunos preguntan : “ ¿ dónde está el Rey emérito tras abandonar España ? “. Donde quiere, quienes tienen que saberlo lo saben. Hasta ahora, ninguna acusación penal pesa sobre él. Es libre para moverse a su antojo, con las limitaciones propias de su avanzada edad y mala salud. Creemos que, tras abandonar la Zarzuela, debería haber continuado en España, pero los “ malajes “ de siempre no le hubieran dejado en paz ni disfrutar del sosiego que precisa. “ El jarabe democrático “ podemita “ y los “ escraches “ le hubieran acosado a la menor oportunidad. Lo que no quiere Pablo Iglesias que se le aplique a él, que los ha repartido a mansalva.
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