Pese a su “ Manual de Resistencia”, Pedro Sánchez
no pasa por sus mejores momentos. Está en horas bajas, aunque se lo ha buscado
él solito con su pésima gestión y la del Gabinete que conformó tras su
investidura.
Sólo goza de reconocimiento generalizado
Margarita Robles, ministra de Defensa. La titular de Economía tiene un
currículum estimable, pero le ponen piedras en las ruedas de su saber. Tal vez
haya alguna invisible y contada excepción más. Bastantes componentes del
Ejecutivo cabalgan sobre la inanidad; otros se esfuerzan por ser útiles, pero no
llegan o no se les deja. De los podemitas sólo pueden esperarse desbarres
constitucionales y ruina. La portavoz Isabel Celaa es el hazmerreir en sus
ruedas de prensa. La Vicepresidenta primera, Carmen Calvo, está para tapar
agujeros y ser el escudo de Sánchez. Y la mayoría, empezando por el todopoderoso
jefe de filas, sólo sacan de sus mangas ocurrencias, revisionismos históricos,
inventos artificiales y disposiciones innecesarias o cuestionables.
Sánchez no tiene la gloria que deseaba. No ha
convertido a España en el país idílico con el progreso y bienestar común que
prometió. No goza del prestigio internacional contado por sus aduladores, y su
influencia en la UE y en las grandes potencias ni se ve ni se espera.
Para sortear su mala suerte con la llegada de la
pandemia, se quitó de encima tan pesada carga, una vez finalizado el Estado de
Alarma, y se la endosó a las Comunidades Autónomas, aunque algunas reclamaban la
gestión de la misma. Lo que ha venido después es sabido: los esperados rebrotes
de contagios exponenciales, muertes y el descalabro económico, empresarial y del
sector turístico.
Cuando la Nación sangraba otra vez por los cuatro
costados, en vez de pilotar la nave del naufragio se fue de vacaciones; ejemplo
seguido por la mayoría de sus ministros. Ahora, a su regreso, volverá a
presentarse como el salvador que nos sacará del atolladero, lo que no hizo antes
cuando se preveía lo que iba a ocurrir. No se sabe si duerme bien o toma
remedios para el insomnio. Pero el caso es que aguanta y resiste, mal que nos
pese, mientras que el desasosiego, la impotencia y la inquietud flotan en el
ambiente. Sombrío y triste es el presente y no se vislumbra un futuro mejor. El
negro de luto le acompaña. ¿ Cuánto durará la amargura ? ¿ Cuándo volverá la
alegría ?
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