Los sucesos y devenires de la vida se enjuician
en base a las percepciones personales, recuerdos y vivencias que se tienen sobre
los personajes y eventos del pasado y del presente, pudiendo valorarse y
acomodarse total, parcialmente o en nada a la realidad. Influyen también en su
creación lo escrito, divulgado y hablado sobre los mismos, así como la capacidad
de discernimiento, la objetividad de las fuentes transmisoras y la
predisposición de los receptores para aceptarlas, rechazarlas, desinteresarse o
mostrar su escepticismo sobre ellas. Cuando han sido estudiados y analizados en
su conjunto por mentes preclaras, sopesando pros, contras y los usos temporales,
puede abrirse el camino para entrar en la Historia y en sus posteriores
revisiones autentificadoras o sesgadas; quedando las leyendas como leyendas y
tiñéndose frecuentemente las realidades de claro-oscuro. Por lo general, ni lo
bueno es tan bueno ni lo malo es tan malo. Sólo la perversión del espíritu, y el
no respeto a la libertad y dignidad humana, descalifican a quienes así
proceden.
Se juzga con excesiva ligereza los procederes de
los demás, obviando sus cosas buenas; sin mirarnos antes en el espejo de nuestra
conciencia para ver el retrato personal reflejado en la misma. Andamos ligeros
de comprensión y compasión. ¡ Qué pena !
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