Al ponderar los conflictos bélicos,
es difícil mantener el equilibrio
imparcial.
Influyen, a favor o en contra
de las partes enfrentadas,
argumentos
históricos, sentimientos,
afinidades,
intereses personales o de grupo,
las confrontadas informaciones
y las inevitables intoxicaciones.
Éstas y otras son las variables a
conjugar,
sin descartar las eventuales
razones,
las tendencias del corazón y las pulsiones
emocionales.
Ante tantas disyuntivas, de compleja
valoración
y una vez desatado el conflicto, procede
aunar
esfuerzos para su reconducción, a fin de
que
callen las armas, se logren acuerdos
satisfactorios
y se consiga una justa, larga y duradera
paz.
Bellos deseos, contrapuestos a los espurios
avatares
de la Humanidad, que conducen a masacres,
hambrunas,
huidas, desplazamientos, búsqueda de refugios
seguros
e insospechadas calamidades.
Tristes destinos, incendios calcinadores que
arrasan
por donde pasan. Cuando se apagan, las brasas
calientes
se amagan; esperando los malos vientos que las
avivan,
produciéndose nuevas y feroces llamas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario