Sin perder la cortesía,
en el primer contacto
hay que verse de cerca,
sin fundirse en un abrazo.
Ser precavido, no comportarse
con altanería, saludar y esbozar
una ligera sonrisa.
A primera vista, se observa
el rictus, las gesticulaciones,
escuchándose el fondo
y la forma de hablar.
De la primera impresión,
puede surgir rechazo o cercanía,
curiosidad o desinterés,
aversión o empatía que,
si se frecuenta el mutuo trato,
se confirmará o desvanecerá.
Si hay recíproca sinceridad
y respeto, pese a puntuales
discrepancias,
brotará una nueva amistad.
Si ello sucede, se comparte un
tesoro,
que conviene conservar y mimar.
Malas son la soledad y la misantropía.
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