Los sicarios matan y se esfuman;
asesinan por encargo.
Al no haber conexión entre
víctima y verdugo,
ni lazos que los relacionen,
bastantes investigaciones,
al tropezar con tal inconveniente,
quedan en el aire.
Siempre quedan hilos sueltos
que, si se hilvanan, sirven en
ocasiones para tejer la posible
autoría, los entresijos del caso,
y formular presunciones,
aunque sean elementos o indicios
que habrá que judicialmente probar.
Este modo criminal, apenas conocido
hace años en nuestros lares,
se repite con asiduidad, yendo
asociado, casi siempre, con la
delincuencia organizada
internacional,
que sobrepasa fronteras, teniendo sus
tentáculos, foráneos o autóctonos,
asentados en nuestro país.
Su poder de influencia, penetración
y de captación salpica, de momento,
a contadas personas de las Instituciones.
Son o actúan como las mafias .
Hay que combatirlas y vencerlas,
para que no lleguen a ser un
“ estado “ dentro del Estado.
Se mueven con excesiva facilidad.
Cuando hay desavenencias entre
ellas,
disensiones y traiciones internas,
se dirimen con los ajustes de
cuentas.
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