Los padres de la Constitución,
con lo inteligentes que eran,
¿ cómo no previeron las
consecuencias
de algunos bodrios, introducidos en ella
?
Están, por ejemplo, lo de las
nacionalidades,
y las autonomías; un maremágnum
en el que cada barco navega a la suya,
con un coste inasumible,
reglamentaciones
dispares y competencias delegadas, dobles o
repartidas.
En la práctica son un “ chiringuito “ de
influencias,
una abultada Administración, un “ ring “ de
confrontación
y, a veces, el cuadrilátero del
tongo.
Mientras discuten y compiten entre
sí,
el Gobierno de turno se quita los “ muertos “ de
enmedio.
El actual propone ahora modificar el acceso a la
judicatura,
reduciendo el sistema de oposición, y que
instruyan
los fiscales, sujetos a jerárquica
subordinación,
para activar o desestimar, a conveniencia, la
penal acción.
Los constituyentes debieron pensar que el
desmadre
no sucedería; pero, sin quererlo, dejaron el
campo abierto
a los que de aquel se aprovecharían.
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